Está dedicado a todos los que sondean el abismo al menos dos veces al día. Ángela Bonet
Lanuca es el proyecto musical de Ángela Bonet con la ayuda de Manolo Bertrán (Doctor Divago) y Dani Cardona. Gran Mandíbula es su segundo disco.
Las maquetas de 2012 ya dejaban entrever que el universo particular de la valenciana Ángela Bonet transita por parajes interiores de hondo calado, su primer largo Pómulo ya apostaba por el minimalismo sonoro en un buen trabajo poco conocido y muy interesante. Con Gran Mandíbula continúa por el mismo camino y se consolida tanto a nivel lírico, con su estilo de imágenes oníricas, como en el musical, con los aportes de los habituales Manolo Bertrán y Dani Cardona, que amplían la paleta de colores para dar al discurso de Lanuca el cojín sonoro perfecto para sus melodías tan dulces, como inquietantes.
La música de Lanuca es difícil de clasificar. Me vienen a la cabeza Isobell Cambell (Milkwhite Sheets) y CocoRosie (Noah's Ark), pues Gran Mandíbula ofrece una calidad que guarda algunos puntos comunes en su folk y en su pop que nada tiene que envidiar a discos alabados de ambas. Quizás lo particular de sus formas tenga que ver con una denominación de origen que no oculta y homenajéa huyendo de los parámetros establecidos, Bruno Lomas en su primer disco, Marisol en el presente, ofreciendo otra visión posible, diferente y atemporal, y al mismo tiempo actualizando el pop nacional de visos indies de las últimas dos décadas, se me ocurren La Buena Vida, Pauliene en la Playa y Marina Gallardo como antecedentes que han transitado por caminos similares. Aunque más que como una evolución del pop independiente de este país, veo a Lanuca como un islote fuera de cualquier escena posible, su estilo es único y muy personal.
A destacar además de las propias canciones y la fragilidad vocal y etérea de Ángela Bonet, el aporte de Manolo Bertrán que encuentra los paisajes perfectos para desarrollar unas líneas de guitarra que se contráen o se expanden dependiendo del momento, cortantes y distorsionadas, unas veces experimentales y otras de un rock'n'roll vintage que roza el garage más melódico, y todo sin destacar sobre las propias canciones, haciéndolas eso sí, más grandes y expansivas.
A destacar además de las propias canciones y la fragilidad vocal y etérea de Ángela Bonet, el aporte de Manolo Bertrán que encuentra los paisajes perfectos para desarrollar unas líneas de guitarra que se contráen o se expanden dependiendo del momento, cortantes y distorsionadas, unas veces experimentales y otras de un rock'n'roll vintage que roza el garage más melódico, y todo sin destacar sobre las propias canciones, haciéndolas eso sí, más grandes y expansivas.
Abre Gran Mandíbula, con melodía inquietante y recitado spoken word, se balancéa en el límite del deshazón y lo apacible. Flor de loto nos introduce con unos coros easylistening sixties, y unos versos que esbozan imágenes que nos llevan a una posible nueva emoción indescriptible en su concreción, magistral la guitarra de Bertrán y el cambio de ritmo. Grieta carmín reune las grandes bazas de Lanuca, una guitarra magistral y versátil, y un giro melódico inesperado. Mientras tiene espíritu experimental en sus idas y venidas eléctricas y saltos al vacío existenciales, además de contener otro de los giros melódicos más prominentes del disco. La breve instrumental Valentina y Johanna teje un motivo sencillo con entrelazado de arpegiados de bella factura y sirve de interludio hacia la recta final, Arde es una de las grandes canciones del disco, la lírica se va tensando y estalla en un flamenco eléctrico que ni por un segundo te hace plantear la extrañeza ante tamaña fusión musical, la intensidad fluye natural. Cierra el disco la versión de Corazón contento de Marisol y ya sólo me queda rendirme ante el talento de Ángela Bonet y su destreza a la hora de dar con el oro melódico que guarda cada imagen y llevárselo de paseo por sus campos imaginarios.
Más allá de cualquier delimitación estilística, subsiste en cada canción y en cada compás el talento de una buena letrista y una compositora de canciones que destila una personalidad propia y única, nada convencional en su manera de llevarte por ciertos caminos emocionales a base de dar las pinceladas justas con un lenguaje sencillo, a la par que poético y evocador. Un disco en el que sumergirse y dejarse llevar, hace sencillo pasearse por el borde de siete acantilados, siete abismos para sentir el vértigo que te acerca de manera inconsciente a nuestra propia naturaleza mortal e imperfecta, pero no menos maravillosa e intensa. Un buen disco.
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Todavía pendiente, no me da la vida amigo.
ResponderEliminarUn abrazo, comentaremos el disco, todos habláis bien de él.
Magnífico artículo, kamarada-friend. Un pop difícil de clasificar pero exquisito. Abrazo.
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