Darkness On The Edge Of Town


A diferencia de los amigos que tenía en el barrio, yo no tenía apartamentos en la playa, ni casas de campo, nosotros éramos más bien una familia humilde que vivía desahogadamente, así que ir con mi padre por Europa con su gran trailer en época estival y con lo desierto que quedaba mi pueblo, era la mejor vía de escape para un chico como yo.

Cuando llegaba el otoño escolar yo quería irme con él, la escuela no estaba hecha para mí, no era cuestión de calificaciones, más bien que iba a otro ritmo bien diferente al de mis compañeros, ya de pequeño apuntaba maneras.

Francia, Suiza, Bélgica, Holanda, Alemania, solían ser los paises por los que pasábamos, eran horas y horas en la carrereta, como un racing in the street que estiraba el ímpetu por llegar a meta, pero durante días. Comíamos en las zonas de descanso, si el mes iba bien en un bar de carretera, mis preferidos eran los que cruzan la autopista de parte a parte, pero realmente disfrutaba más cuando comíamos con las sillas plegables que guardaba en uno de los grandes cajones laterales del trailer, la puerta se dejaba caer sobre un par de bisagras con la ayuda de una fina cadena que frenaba su apertura a modo de mesa, la comida me encantaba pese a lo casero, el pan lo comprábamos en una pequeña población del sur francés, el tomate de la tierra, tortilla, embutido, un pequeño fogón de gas, en plan sencillo.

También recuerdo la naturalidad con la que se reunían varios viajeros en mitad de sus trayectos, estar lejos de tu casa te fuerza a entender a quien tienes enfrente, tenía a mi disposición otras perspectivas del mundo, eso era importante para mí. El aire se respiraba diferente cuando caía la noche en esas áreas de descanso, zonas de paso, la naturaleza parecía salvaje más allá de los quita-miedos, los extensos campos de girasoles franceses, maravilloso, la imponente Selva Negra alemana, los inmensos molinos holandeses. Aquello era el mundo y lo tenía a unos días de mi casa.

Todas aquellas horas sentado de copiloto daba para pensar mucho más allá de lo que un niño de mi edad debiera, me impresionaba lo grande que era el mundo que para mí, hasta ese momento, se reducía a mi barrio. Pasaban miles de personas ante mis ojos, los siempre resultones deportivos italianos, motocicletas veloces, modelos que nunca había visto, las inmensas rulots de los gitanos franceses, los trailers americanos con sus cabinas con morro. Y todos aquellos vehículos con gente dentro, gente con sus respectivas familias, amigos, trabajos, con sus problemas y sus alegrías, durante esos años me percaté de la magnitud de este mundo, de la cantidad de personas diferentes y al mismo tiempo de la insignificancia de mi barrio y mi ciudad.

Me daba por imaginar como serían sus vidas, me ponía en su lugar, en el del gitano que va de ciudad en ciudad con la rulot, o el multimillonario con un precioso deportivo, también experimenté, aunque mi padre no lo creyera, lo que significa estar lejos de casa. Para mí esas escapadas eran como unas vacaciones, aunque cuando me dejaba en casa, él salía al día siguiente y no le volvía a ver hasta dos semanas después, pasaba a formar parte de toda esa marabunta de gente que poblaba las carreteras, era su sino y el trabajo que permitía que la familia saliera a flote.

Aquellos días fuera de casa eran como unas malas tierras de las que no cabe esperar un futuro demasiado esperanzador, un trabajo que acaba por absorver, porque no había mal más grande, más incluso que la nostalgia del hogar, que acostumbrarse a ese ritmo, porque además la vida seguía durante esas dos semanas que estaba ausente, y cuando llegaba al hogar, la vida ya había pasado, los engranajes ya estaban funcionando a pleno rendimiento sin su presencia, aquella mirada indescifrable mostraba una auténtica frustración, supongo que sería muy duro ver avanzar todo tu hogar de aquella manera, él acabó por coger el ritmo de la carretera, la familia en casa también, y eso no era bueno para nadie.

Recuerdo estar sentado a altas horas de la madrugada sin sueño, mi padre continuaba conduciendo en la noche, tenía que cumplir los horarios si quería ganarse las ansiadas bonificaciones del empresario de turno, y todo pese a los discos de control, hecha la ley, hecha la trampa, entonces presencié como sus sueños se desperdigaban por aquellas amplias autopistas germanas en la madrugada, se desvanecían por su mejilla como el eco de un toque de timbal sonando en la noche, como él, me consta toda una generación perdida en la factoría de por vida, algo a la vez tan cruel, como a día de hoy anacrónico, ya nadie tiene un trabajo fijo para toda la vida, y puede que en el fondo sea una suerte.

En ese día a día fue creciendo una oscuridad que nos separaba, insalvable, alguien tenía que pagar por la crueldad que sacrificaba a un hombre de por vida, como una hilera de fichas de dominó, que la familia no se desmoronase era un auténtico ejercicio de resistencia, nadie era culpable, o quizás lo fuimos todos... entonces busqué escapar, armar las de Caín, salía a las calles, directo hacia la tormenta con la valentía que da la soledad, buscando quemarme con el fuego que sólo aplacaba el desenfreno de una Candy cualquiera seducida por tal oscuridad...


Descubrí el Darkness, y descubrí todo el pastel, Darkness on the edge of town me marcó, apareció en el momento justo, ese papel pintado en la pared, esa expresión cansada, ese pelo resacoso, la fuerza que desprende. Aún hoy me recuerda que esos rotos y esos descosidos son parte de la vida, parte de la esencia de cada uno, y negarlo es negarse a uno mismo. Este disco tiene la capacidad de mostrar nuestra resistencia a no ser absorvidos de manera definitiva por esa oscuridad que nos espera en algún rincón, en alguna esquina de este ciudad, que en realidad es nuestro interior, se puede girar la cabeza y hacer como que no está, así nos educan, todo es bonito y perfecto como en una sitcom, pero un día cuando menos te lo esperas giras la esquina y allí te está esperando.

Pero Darkness además me recuerda como las fuerzas de flaqueza te hacen seguir adelante mientras pisas tierra yerma, porque no hay que dejar de pensar que debe haber una tierra prometida aunque presencies en la cuneta a quienes no consiguieron escapar, los que aún siguen inertes recorriendo esas autopistas en la noche. 

Born to Run vuela, y el Darkness tiene los pies en el suelo, más bien en el fango, y aunque mirando hacia arriba, la ingenuidad desapareció. En un artículo que le leí a Mike Scott (The Waterboys), argumentaba que a partir de este disco Springsteen le dejó de interesar por el cambio significativo en los personajes que protagonizan sus historias, según él, perdían el encanto y dejaban de ser especiales, aquellos seres de fábula nacidos al amparo de Asbury Park en sus primeros años habían desaparecido. Y razón no le falta. Este detalle que detecta el sr.Scott es al mismo tiempo la gran baza del LP y la mayor diferencia respecto a Born to Run. Aquí el sueño del rock'n'roll está, pero personificado en el intérprete más que por las canciones. Efectivamente, aquí las ruedas son ruedas y no alas, las carreras pueden matarte, y no valen las medias tintas para el amor, la pasión tiene que demostrarse  de manera exacerbada para que toque la fibra.

No voy a caer en la trampa de decir que este es el mejor disco, o el más tal o cual, para mi este disco es el que más he escuchado del Boss, el que en gran parte define mi supervivencia como persona en este mundo a veces un tanto ingrato. Todo el mundo tiene algún roto o algún descosido, unos más grandes que otros pero no menos importantes, para cada uno el suyo es el más grande. Springsteen sitúa en su corazón ese lugar como si hablase de un barrio de los bajos fondos donde casi no llega la luz, pero está ahí, está dibujado en el callejero, es real.

¿Y por que cuento todo ésto? Pués más bien trato de estructurar ciertas historias con el negro sobre blanco y con el editor blogger como coartada, un escritorio que en las noches en vela se convierte en una especie de lugar secreto donde verter ciertos residuos que me separan del resto a tan solo unos milisegundos de dar a publicar, como si pulsando fueran a desaparecer. ¿Por que publicar un borrador que dejó de tener fecha de apertura?, ¿Por que hoy y no otro día?, pués porque hoy escuché de nuevo el Darkness, y porque esta noche va por Él, por la distancia tan grande que nos separa y siempre nos separará, y también por Bruce, y gracias a ambos donde quiera que estéis.



*Escrito hace unos años en routeamericana

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