Ricardo Lezón - Esperanza (Subterfuge, 2017)

Que me perdonen los grandmasters Jose Ignacio y Josele que han sacado sendos discos fabulosos y favoritos. Pero este año el oro se lo lleva Ricardo Lezón con su disco en solitario titulado Esperanza.

Difícil tenía llegar hasta aquí puesto que McEnroe no son un grupo que me hayan llevado al huerto más allá de algunas canciones puntuales de gran belleza, banda que respeto porque me consta por amistades cercanas que su último 'Rugen las flores' ya marcaba un punto álgido en la trayectoria del grupo. Lo intenté. Ha sido gracias a diversas recomendaciones cercanas y fiables que de probar suerte quedé atrapado desde la primera escucha. 

Si os digo la verdad uno de los primeros ganchos para que prestara atención antes incluso de haber escuchado ni una sola nota fue el título de la canción que abre el disco. Porque Chet Baker es el rey de la dulce melancolía nocturna hecha jazz, y porque pensé que una canción con tal título merecía su oportunidad, y por suerte esta vaga intuición me hizo acertar en mis expectativas, perfecto el paisaje emocional que conforma su letra a partir de una imaginada línea de trompeta del maestro. Y así se suceden grandes canciones como Arena y Romero, El Momento, Primavera en Praga, con una capacidad para transportarnos no sólo ante la imagen que sugiere, sino también exponernos a los sentimientos que transmiten. En este tono intimista una canción como La Paz Salvaje supone una apertura luminosa, fantástica la guitarra como en casi todo el disco. Y hasta el final con la plegaria Noche en Noviales, sonoridades de espacios abiertos y una guitarra exquisita, una tonada de una belleza incontestable y escueto en versos, que no en emoción.

Hay aquí un tratado de sensibilidad de una lírica aplastante y sobrecogedora, pero también tenemos unos arreglos llevados por Txomin Guzmán (Fakeband) y una producción a cargo de Raúl Pérez, primordiales en todo el disco para que las canciones crezcan hacia otra dimensión diferente a la banda de Lezón. Un gran equipo. Y un cancionero en ocasiones cercano al mítico Aute por su sensibilidad lírica a la que se suma el preciosismo instrumental de los primeros 70 en Laurel Canyon, eso sí, sin dejar de ser un disco de nuestro tiempo y a situar cerca de las latitudes de Bon Iver, incluso en ocasiones a la visión americana de los Wilco más reflexivos. Uno de esos discos que superarán con el tiempo a su autor, intenso y profundo, capaz de abrazarte o de helarte la sangre. Eso que tienen que tener los buenos discos independientemente de las coordenadas en las que se desarrolle: que te sacuda por dentro y que al mismo tiempo no puedas dejar de escucharlo.

Un disco que con sus cadencias tranquilas pasa en un suspiro y un mérito que tal profundidad y belleza lírica atrape como lo hace de principio a fin. Candidato firme a mejor disco del año.

Comentarios

  1. Este disco me ha ganado totalmente, desde luego será uno de los discos del año, el menos para mi.
    Abrazos.

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