Mink DeVille - Cabretta (1977)

Aún resulta excitante este paseo por la gran manzana, con chulería y elegancia, y con un puñado de canciones míticas que deberían saltar de la nota al pie de página de la historia del rock.
Mink DeVille continúa teniendo un halo minoritario, como de culto, aunque para mi sus primeros discos continúan en lo alto de la producción de finales de los 70 / principios de los 80. Una personalidad propia, ajena a las modas y atemporal, aún hoy en día no ha perdido ni su encanto, ni el enorme atractivo de su interpretación. Uno de los grandes sin lugar a dudas que ya pasó por aquí en la reseña de Coup De Grâce, otro de mis favoritos. Hoy amplío las arcas de la Route con otro de sus grandes discos, el debut también mítico "Cabretta".

Para mi la grandeza de la música de DeVille reside en su capacidad para no dejar escapar todo el influjo de los grandes nombres de los 50 y 60, sobretodo del Rhythm and Blues de canciones perfectas de grupos como los The Drifters, The Crystals, el universal Doc Pomus... y añadiendo la fuerza y la pasión que llevaban aquellos últimos años 70. Aunque él poco tenía que ver con todo el movimiento punk, y pese a su desconexión generacional se hizo un nombre con sus enérgicos directos. Entonces Jack Nitzche quedó prendado de su magia escénica y le produjo tres discos, Cabretta (1977), Return to Magenta (1978), y Coup de Grâce (1981), en una de las relaciones artísticas más singulares de los setenta, el propio Nitzche decía de Willy DeVille que era el intérprete más grande con el que había trabajado nunca, y por la parte que le toca a Deville siempre le procesó un gran respeto y su amistad. Apuntar que Willy DeVille dedicó el disco Crow Jane Alley (2004) a la memoria de Nitzche, un disco un tanto oscuro y posiblemente entre lo mejorcito de sus discos más recientes, no muy conocido.

Pero hoy quería volver a escuchar el disco "Cabretta", un debut que no pierde la fuerza a pesar del paso del tiempo, una gran joya escondida del rock. En aquellos años Mink DeVille sólo compartía con los abanderados del CBGB los cables de los micros y poco más, nunca perteneció a esa generación, todo un caballero que nació una década tarde, y estoy convencido de que Nitzche veía en él al hijo artístico que nunca tuvo, un dandy de la working class que cantaba con toda el alma, con chulería y clase, buscando la misma redención en el rock'n'roll que encontraron otros como Springsteen, aunque no con la misma suerte y repercusión.

Así que teniendo en cuenta las influencias musicales que le marcaron no podía faltar una versión de principios de los 60, "Little Girl" que popularizarían The Crystals como Little Boy. Otra versión es la humeante "Cadillac Walk" de John Martin, ese tipo de canciones que no las puede cantar cualquiera porque requieren ser interpretadas con fulgor y pasión. Canciones como "Venus Of Avenue D" te invitan a chasquear los dedos, una delicia de saxo, un estallido eléctrico, una maravilla. Y menuda balada "Can't Do Without It", soul de muchos kilates, Ay Clarence! donde quiera que estés, este solo también lleva tu marca. Otro clásico de la banda y fijo en su repertorio es "Spanish Stroll", por favor escuchadla, aquí es donde uno empieza a creer en la mística de Nueva York, la misma que atrapó a Lou Reed, y con canciones como "Mixed Up, Shook Up Girl" no puedo evitar imaginar una orgía entre los personajes de la E Street Shuffle y el Underground mítico que pintó DeVille. 

Los coros también dan su nota de color, a cargo del grupo vocal The Inmortals que por cierto tuvo a bien incluirlos en la contraportada, su peso tienen en el disco. También hay que hacer especial mención al saxo de Steve Douglas, colaborador que se trajo Nitzche consigo, y artista de artistas que ha tocado con la flor y nata. El propio Mick Jagger merodeó por las sesiones siguiendo el rastro de Nitzche, allí se olía algo grande a la legua. Y es que a Mink DeVille le corría por las venas la grandeza del Rock'n'Roll, tenía Blues y Rhythm and Blues, también esos detalles que le separaban de lo vulgar pues lograba que el Zydeco, New Orleans y la Gran Manzana se dieran la mano, además con unas guitarras crudas y gloriosas, y un deje latino que le hizo arrastrar el término Pachuco Rock, una etiqueta como otra cualquiera que a mi entender sirvió para marcarle como un elemento exótico que en cierta manera le separaba de su verdadera naturaleza Real junto a los grandes del rock'n'roll, las cosas como son.

Aún resulta excitante este paseo por la gran manzana, con chulería y elegancia, y con un puñado de canciones míticas que deberían saltar de la nota al pie de página de la historia del rock. Grande por siempre Willy DeVille desde que empezó con este primer gran disco.

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