Nebraska, la muerte de la working class


Hacía tiempo que no dedicaba unas líneas a escribir en el blog y/o de mi querido Bruce, por supuesto que la bajada en la frecuencia no supone la desaparición, no obstante puede que me limite a no perder el tiempo y no digo con cualquier disco, más bien con cualquier texto si éste no se sucede desde la más profunda sinceridad y escucha. Dicho ésto me descuelgo con mi visión de Nebraska, una visión que a lo largo de los años ha ido evolucionando, creciendo o cambiando al compás de mis propios latidos vitales, un disco que a parte de su propia idiosincrasia lleva consigo un pequeño trozo de mi mismo, como de mucha más gente, cosa que hace que nunca deje de tener una verdad que revelarme y a la par se muestra, por desgracia, como fiel reflejo de la realidad actual. Sí, digamos que aunque la enésima, es mi visión actual de uno de los discos más importantes de mi vida.

No voy a desmarcarme con un cúmulo de datos e información, eso se acabó. Los hechos han sido relatados por algunos de los plumillas más importantes, nacionales y extranjeros, de los que he alimentado mi sed cual biblias de mesita de noche. Quizás Dave Marsh me haya aportado la mayor parte de la información que poseo concretamente de esta época. Aunque algunas piezas del puzle han ido apareciendo con el transcurso de los años, como por ejemplo la serie de artículos que aparecieron hace unos años sobre la profunda depresión y consiguientes pensamientos suicidas que avasallaron  a nuestro Bruce precisamente durante la grabación de este disco y que a la postre descubren el tono sombrío de su voz, os enlazo al artículo del New Yorker por ser el origen de dichos artículos y por ser uno de los mejores especiales nunca escritos en la prensa sobre el Boss (http://www.newyorker.com/magazine/2012/07/30/we-are-alive), la depresión y el autoaislamiento son elementos fundamentales para entender la intensa y desgarradora interpretación de Springsteen. Con todo nunca está de más volver a colgar esta portada allá donde se tercie.

Las lecturas que me sugiere Nebraska aún hoy en día me apasionan, su propia gestación con Bruce sólo en su casa con una tascam defectuosa purgando sus enfermedades del alma y Landau nervioso en el estudio viendo que su mayor fuente de ingresos se hunde. La relación con el entorno que lo vió nacer, el origen de las políticas neoliberales que durante estos años han alcanzado su zenit ante una sociedad pasmada ante las redes sociales, la fama, una popularidad extenuante que a cualquiera abocaría a una caida en picado de drogas, y que no fue el caso, también es la situación emocional que permanece aún hoy en día en un segundo plano pero quizás es el epicentro, Bruce corre en sueños hacia la casa de su padre, y éste ya no está. Nebraska es quizás su disco más veraz. Pero tan importante como todo ésto es el hecho de como a lo largo de los años no ha perdido fuelle, continúa siendo una potente colección de canciones. En definitiva Nebraska es un disco simple en las formas pero con muchas aristas existenciales, y limitarlo a una simple consideración de disco canción protesta por la vía de San Guthrie es un honor pero también es quedarse corto, aquí parecen difuminarse los límites entre el blues por su carácter expiatorio y el folk crónica de su tiempo, con ramalazos de rock'n'roll llevado a una especie de primitivismo minimalista. A mis ojos es uno de los discos de autor más íntimos que jamás se hayan grabado, y aquí lo metería con el Plastic Ono Band de Lennon además de con todos los cantautores en ristra del cancionero básico americano, con permiso de Townes, off course.

El disco empieza en el infierno, Bruce, un artista de fama planetaria, se calza la pìel de un asesino en serie y relata con apatía total como van cayendo los cadáveres a su paso, un relato que va más allá del famoso verso de Cash que tanta polémica y éxito le dió, la visita a Atlantic City expone el escenario, una ciudad sumida en la miseria donde la única esperanza es desafiar a la muerte saliendo una noche más a buscar una brizna de humanidad en la barra de un bar, los recuerdos caen, la conciencia de clase no se muesta con orgullo en la mansión de la colina, es más bien resignación, algún día la lotería nos llevara lejos, vaga esperanza, y enciendes la tele y alguien le ha pegado un tiro a otra persona, y crees que menudo asesino, sin embargo Bruce nos dice que no, que la sociedad llevó a Johnny a ello. La delgada línea que divide lo moralmente correcto de la barbarie se rompe, la lógica cambia, el bien es el mal, el mal es la única respuesta, la violencia nace de un estado de desesperación, de la vejación de la dignidad humana y como única opción de supervivencia. Te dirán que hay razones para seguir creyendo, pero realmente es un juego de palabras cruel y en estado de descomposición, como el perro muerto en la cuneta que mataron hace unos días.

Nebraska es la noche oscura del alma, es el saqueo de "lo" social en manos de especuladores, Nebraska son los fantasmas que se remontan a épocas lejanas y que afloran como si fueran de ayer, Nebraska es la desidia que produce saludar por las mañanas, es un hombre muerto en la acera y la gente pasando a su lado, Nebraska no abre la ventana, ni muestra un ápice de luz ni cuando se habla de esperanza, siendo ésta más bien una especie de aceptación residual de todas las asperezas que nos rascan la piel y nos hiere. Si, Nebraska es el disco que se tragó lo mejor de Bruce como si de un agujero negro se tratara, es la muerte del individuo, el cese de la working class.


Comentarios

  1. Joder que reseña más interesante, excelente, además sobre un disco como Nebraska que parece que se reivindica a cada segundo.
    Eso de es la noche oscura del alma me ha gustado mucho, yo veo carreteras y ecos de soledad.
    Y si, puede ser que sea la muerte de lo mejor de Bruce.
    Abrazos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario